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A través de la azarosa vida de Miguel de Cervantes Saavedra, iniciamos la transición de la España inquieta y triunfante del siglo XVI a los primeros síntomas de la decadencia del XVII.
Las frustraciones que sufre en su vida el gran autor condiciona la extraña cronología a la hora de publicar sus obras. Su padre fue un modesto médico cirujano y nación en Alcalá de Henares en 1547.
Estudió con el maestro López de Hoyos en la calle de la Villa (antiguamente llamada calle de los Estudios de la Villa), entre Pretil de los Consejos y la plaza de la Cruz Verde. López de Hoyos le mete al joven, más bien adolescente Cervantes, el gusanillo de los clásicos y su afición por la literatura en lengua romance.
En 1568, con 21 años, pasa a Italia, y se pone primero al servicio del cardenal Acquaviva. Posteriormente ingresa en el ejército, y de todos es sabida su participación en 1571 en la trascendental batalla de Lepanto contra los turcos a bordo de la galera Marquesa. El día de autos, estaba enfermo de fiebres, pero pidió estar presente en la lucha, y recibió tales heridas en el brazo izquierdo que pierde toda la movilidad en esa extremidad, que aunque no le fue amputada, le proporcionará el sobrenombre con que fue conocido para la posteridad: el Manco de Lepanto. Aún en ese estado, continúa en el ejército, pero sin pasar de ser soldado aventajado.
En 1575 vuelve a España, con excelentes cartas de recomendación de sus superiores, pero con tan mala pata que su galera, denominada Sol, cae en poder de los turcos, quienes le trasladan a Argel y le mantienen cautivo durante casi cinco años a la espera de un rescate que tardó en llegar. Su experiencia como soldado y como cautivo influirá en su posterior obra literaria, no en vano son experiencias vitales clave en la vida del escritor. Escribió obras de teatro con el tema de Argel como referencia: “Los baños de Argel” y “El Trato de Argel”. Incluso se halla dentro de El Quijote, a modo de novelita inserta en la magna obra, que trata sobre un cautivo, que sin duda, es él mismo.
Pero fíjese el lector en el carácter aventurero e indómito de Cervantes, que trató de fugarse hasta cuatro veces, y en cuyas tentativas llevó la voz cantante, pero en todas fracasa. No sé cómo no le cortaron el pescuezo por ello. Tampoco pudo ser liberado o rescatado porque los argelinos piden un elevado rescate por él. Por fin, los frailes o en otros sitios he leído que las monjas trinitarias logran reunir la cantidad necesaria y a través de comerciantes cristianos en Argel, es rescatado en 1580.
Por fin tenemos a don Miguel en España, 5 años más tarde de lo previsto. Ingenuamente trata de vivir de las letras, algo tan difícil entonces como hoy en día, salvo para algunos privilegiados por su talento, su buena estrella o su agenda de contactos en las alturas. Si alguien tan genial no podía comer de la escritura, no sé quién podría hacerlo. Bueno sí, otro gigante, Lope de Vega. Durante su etapa de soldado y su cautiverio argelino se le han ocurrido muchas y buenas ideas y hora es ya de concretarlas y plasmarlas sobre papel.
De momento fracasa en sus intentos de publicar. Se acerca a la cuarentena, se ha hecho con responsabilidades familiares, no tiene dinero y tiene que alimentar a su familia. La pluma no le proporciona emolumentos. Por fin, tras varias vicisitudes, consigue ser nombrado comisario para buscar alimentos y materiales de provisión para el ejército, puesto que en aquellos momentos, el rey Felipe II tiene la vista puesta en Inglaterra y planea su invasión. Es la época de la Armada Invencible.
Su cargo le obliga a viajar, sin AVE de por medio, entre Madrid y Sevilla de continuo. Como atraviesa La Mancha un día sí y otro también, la conoce como la palma de su mano, y la fascinación que ejerce sobre él se verá plasmada en su obra, sobre todo en el Quijote, como ya sabemos: “En un lugar de La Mancha…”, pero también en otras de sus obras.
Pero parece que este trabajo administrativo tampoco le proporciona demasiado sueldo. Incluso pide a las altas instancias, lo que obviamente no consigue, por carecer del enchufe adecuado, el cargo nada menos que de gobernador de La Paz, en la actual Bolivia. No debemos olvidar que una vez finalizado su servicio militar, obtuvo muy buenas recomendaciones de sus mandos, pero evidentemente no fueron suficientes para obtener esta regalía.
Incluso, debido a sus malas cuentas y oscuros negocios, acaba preso en Sevilla, acaso por alguna deuda mal saldada en 1592. Es en esta época cuando comienza, según sus biógrafos, las Novelas Ejemplares, pero sobre todo El Quijote.
Los últimos 10-11 años de su vida, por fin Cervantes, después de toda una vida dando tumbos por aquí y allá, y malviviendo como buenamente podía, la vida le sonríe y logra dedicarse en cuerpo y alma a aquello por lo que ha luchado y deseado en su vida: vivir de la literatura.
En 1605 publica la primera parte del Quijote, auténtico bombazo editorial, lo que no es para menos, ya que es una de las mayores obras de la literatura de todos los tiempos. Yo considero que Cervantes y Shakespeare están a la par y forman los dos picos más altos del Himalaya literario de todos los tiempos. Con lo que le renta el Quijote, que tampoco es para tanto, logra publicar en esos años prácticamente toda su obra, que no significa que su producción se limitase a esos años. En 1613 las Novelas Ejemplares, en 1615, la segunda parte del Quijote. Cuando muere nuestro escritor, el 23 de abril de 1616, y cuyo deceso coincide con el del otro gran maestro de la pluma, el inglés Shakespeare, acababa de finalizar con ciertas prisas, pues seguramente conocía la próxima fecha de su muerte y que su tiempo terrenal finiquitaba, “Los trabajos de Persiles y Segismunda”.
Cervantes fue un autor bastante aislado de la mayoría de los escritores que acapararon el éxito, y además se encuentra enfrentado a muchos de ellos. No es un Lope de Vega, amado por la crítica y el público y a quien se le perdonaban sus múltiples pecadillos, algunos de los cuales eran bastante severos para la moral de la época.
El propio Cervantes, cuando finaliza la primera parte del Quijote ya tenía la impresión o sabía, en su fuero interno que era una obra descomunal, no tanto por el número de páginas, que son muchas, desde luego, sino como obra intrínsecamente literaria de dimensiones universales.
Una cosa que nos puede parecer curiosa, y a pesar de los numerosos retratos cervantinos que circulan por ahí, es que no sabemos cómo era realmente Cervantes físicamente. Sus retratos son muy discutibles, parecen idealizados, no así el de otros Grandes como Lope de Vega, Góngora o Quevedo. El retrato más real del genial autor alcalaíno es literario, esbozado por sí mismo y que nos presenta a un Cervantes ya mayor. Rostro aguileño, cabello todavía castaño, frente lisa, alegres ojos, nariz corva pero bien proporcionada, barbas canosas, boca pequeña, cuerpo normal, ni grande ni pequeño y bien proporcionado, piel blanca…
Entre la publicación del Quijote en 1605 y la siguiente de las Novelas Ejemplares, transcurren 8 años, y entre 1613 y 1616, el autor publica casi compulsivamente por fin su obra. Opino que entre arcabuzazo y arcabuzazo, en Italia y en Lepanto, tiene el tiempo suficiente para imaginar esbozos que transcurrido un prudencial tiempo de barbecho, irá plasmando cuando pueda en papel. Durante el cautiverio tiene el tiempo necesario para pensar, pero no veo yo a los carceleros proporcionando papel y pluma a sus cautivos para que matasen el tiempo, aunque todo es posible en la viña del señor. Como comisario de alimentos y materiales es posible que se dedicase a ratos a crear ese mágico mundo que posteriormente dio a conocer, actividad a la que se dedicó cuando dio con sus huesos en la cárcel de Sevilla, donde es seguro (aquí sí) que le proporcionasen papel y tinta para escribir sus pensamientos.
Lope de Vega y su escuela de dramaturgos del Arte Nuevo arrincona al Cervantes dramaturgo, lo que es posible que le amargase un tanto. Su enemistad con el más joven Lope parece tener su base en el cada vez más arrollador éxito del Fénix de los Ingenios. El teatro cervantino, que existe, y es de excelente calidad, debió quedar obsoleto ante la obra de Lope.
Es más que probable que durante su ir y venir entre Sevilla y Madrid, Madrid y Sevilla, La Mancha de por medio, escribiese gran parte de su obra, y sobre todo, de eso no cabe duda, el Quijote, que según parece pudo empezar en 1592, en la cárcel sevillana.
Como novelista, Cervantes es insuperable. En su época, cuando en España se hablaba de novela sin más, los entendidos se referían a la novela corta. Hoy día no, las tornas han cambiado, porque si hablamos de novela, entendemos novela larga, y si nos referimos a una novela de pequeñas dimensiones, la denominamos corta. Pues bien, Cervantes nos lleva de la mano de sus Novelas Ejemplares a inventar la novela corta nacional. Las Novelas Ejemplares suman dos mundos o conceptos muy opuestos: los cuentos morales medievales, los ejemplos, y la desvergonzada novela italiana, erótica y humana a más no poder. Ese producto literario fue el que fundió magistralmente el Manco de Lepanto.
Y respecto al Quijote, ¿qué más se puede añadir? Supone en la época un avance tan desmesurado, tan prodigioso en la novela universal y su invención y técnica tan prodigiosas y avanzadas para su tiempo, que los estudiosos y teóricos de la literatura se han preguntado desde siempre cómo pudo surgir ese “milagro” literario, y que no se explica a pesar de las múltiples teorías manifestadas a su albur.