- Actividades
- Periodo Histórico
- Comunidades
Para poder adentrarnos en este denso tema, en tan poco espacio me gustaría poder analizar la temática de la concepción del espacio en la antigüedad, con diversos términos y contextualizaciones referentes a la centuarización y catastración en el espacio urbanístico y geográfico romano y claro esta, como afectó la crisis agraria en todo ello. No obstante, tendríamos que matizar que la morfología histórica del paisaje viene a ser una herramienta indispensable para el estudio de las estructuras agrarias en la época romana, ya que nos va a permitir una aproximación a la organización del espacio rural en la antigüedad. Su objetivo será determinar el marco que condicionó, en una época precisa, la división del suelo, la forma de ocupación y de explotación del territorio. La reconstrucción del paisaje fósil nos favorecerá la comprensión de la dinámica económica y social en el funcionamiento de un área específica. En esta reflexión del espacio geográfico y conceptual de la antigüedad, el hombre griego siente el espacio como algo exterior.
Para él, el espacio es el lugar en el que se encuentran sus arquitecturas, que están pensadas desde el exterior. Podríamos llamarlo un espacio histórico-escultórico. Mientras que el hombre romano concibe el espacio y la organización del territorio como algo interno, como algo en lo que él se siente inmerso. El sentido práctico de los romanos hará de estos espacios cerrados algo verdaderamente adecuado al hombre. En la época helenística la arquitectura en el concepto del espacio urbanístico había resuelto de manera elaborada los grandes conjuntos urbanos siguiendo el plano de Hippodamos de Mileto. Por eso creo, que Roma tomo estas ideas sobre la organización del espacio y las fundió con las suyas logrando conjuntos urbanos de gran extensión y complejidad. Griegos y romanos, podríamos decir que se diferenciaron en el juego de masas, en el empleo sistemático de arco y bóveda (influencia etrusca) y el colosalísmo de sus construcciones. Por ello, esta reflexión se fundamentaría en la idea de que el concepto del espacio y en concreto del paisaje no constituye una realidad natural.
El hombre desde la antigüedad, dentro de su espacio, ha ido modificándolo de acuerdo con sus necesidades y sus conocimientos, originando un espacio a su medida, caracterizado por la extensión de las tierras de cultivo y de pasto, con la consiguiente desaparición de las zonas boscosas, y por la construcción de importantes infraestructuras, tanto de tipo viario como también destinadas a la irrigación y al drenaje de las tierras. Por lo tanto, existe la necesidad de precisar al máximo la terminología, sobre todo en relación a dos términos fundamentales, confusos para la época romana, que no designan, aunque nos lo pueda parecer, una misma realidad: “catastración”, que naturalmente, no es ninguna novedad, sino que se inscribe en una larga tradición , no únicamente griega, de percepción del espacio en su concepto de sociedades integradas, y sobre todo, de la organización de los paisajes; por ello la “Centuriación”, no deja de ser una creación romana, que constituye una forma particular de catastro, organizado en módulos regulares, que se suponía una verdadera intervención sobre el terreno. El establecimiento de un catastro por parte de Roma no implicaba siempre una limitatio. Sin embargo, en todos los casos, supone la integración de las poblaciones indígenas en las nuevas relaciones de producción romanas, dando origen a fenómenos de reasentamiento. Por otro lado, Roma utilizó el catastro para redistribuir tierras entre los ciudadanos empobrecidos, mediante asignaciones viritanas. De esta manera, se convertían en poseedores y reproducían el sistema propio del campesino libre, el modo de explotación tradicional romano, en crisis por las continuas guerras, que habían favorecido la extensión de la gran propiedad, el mismo fenómeno que les impulsó a enrolarse en el ejército y que incitó al Estado romano a continuar su política de expansión, que le aprovisionaba de mano de obra esclava. Por ello, creo que, el catastro (centuriado o no) fue el instrumento empleado por Roma para reestructurar el mundo indígena y para integrar tanto a las poblaciones locales, como a los contingentes romano-italicos. Ciertamente, constituyó una medio de romanización rápido, flexible y eficaz, que supuso la sustitución de unas estructuras agrarias y de una organización política-social por otras nuevas, al servicio claro esta, de los intereses de Roma.
No obstante, el catastro también podríamos verlo como un instrumento administrativo y fiscal, el cual constituía una relación de los recursos económicos de la región, que detallaban las tierras existentes y quien las trabajaba. Por lo tanto, ofrecía un marco ideal para fijar las operaciones fiscales, suponiendo un instrumento de control y de reglamentación de la presión fiscal esencial para el Estado romano. Debido a ello, la centuriación (centuriatio) podríamos decir que constituía un tipo de catastro, que comportaba el establecimiento de unidades intermedias octogonales, las centurias (centuriae), basado en la medida del “actus romano” e inscritas en el territorio mediante caminos (limites), a partir de los que se hacia la división parcelaria (limitatio). La cual se podía realizar con motivo de una asignación de tierras (adsignatio) a los colonos de una nueva fundación (deductio), habitualmente veteranos de las legiones, pero también a raíz de una reorganización del territorio de un núcleo preexistente, sin que fuera necesaria la fundación de una nueva comunidad. En este caso, el catastro centuriado no servía para asentar a colonos itálicos o romanos, sino para reasentar a la población local en nuevos habitats e integrarla en las relaciones de producción romanas.
La apropiación de tierras indígenas por parte del Estado romano y su posterior reconcesión, a partir de una nueva ordenación del paisaje, queda ampliamente documentada. Aunque existieron diversos tipos de centuriatio, el más frecuente fue aquel que se utilizaba en unidades intermedias cuadradas de 20 x 20 actus. En Italia, (sobre todo en el área latino-campaniense) constituyó el “laboratorio”, donde los agrimensores elaboraron entre los siglos IV y II a.C., formas catastrales cada vez mejores, más desarrolladas y eficaces que culminarían en la centuriación de 20 x 20 actus. Ésta se difundiría por todo el Mediterráneo, principalmente durante la época tardo republicana, a raíz del rápido fenómeno de expansión territorial protagonizado por Roma, que supuso una verdadera explosión del ager publicus. Con ello, resultaría especialmente importante el período comprendido entre los Graco y César, caracterizado por las reformas agrarias y las asignaciones de tierras. La cuadricula que suponía la implantación de una centuriación sobre un territorio, se construía tomando como base dos ejes perpendiculares, que constituían los dos caminos principales (el Cardo y el Decumanus maximus), una prolongación de los ejes en que se estructuraba la urbs , y era señalada sobre el terreno con hitos (termini), que llevaba inscrita la numeración de cada limite, establecida a partir de las cuatro regiones que los dos ejes principales habían determinado los territorios conquistados y anexionados por Roma. Es posible que su tamaño mediano-grande, los hiciera más adaptables que otros a las características de cada caso (volumen y calidad de la tierra, número de colonos), y que, con el tiempo, resultaran extremadamente familiares para los agrimensores de campo, de ahí su enorme éxito. En definitiva, mediante la centuriación, los romanos consiguieron representar sobre los territorios conquistados la racionalidad y la superioridad de su civilización, frente a la barbarie indígena y simbolizar la utópica igualdad original entre ciudadanos. Además esta forma de catastro permitió a Roma ejercer una explotación más eficaz de los territorios y un control más exhaustivo sobre las poblaciones locales, que se fueron integrando progresivamente en las nuevas estructuras establecidas.
En el transcurrir evolutivo de la vida de la República romana (509 a.C.-31 a.C) me plantearía una serie de fases en donde podríamos observar, en un principio su convergencia hacia un ideal: el sistema constitucional equilibrado del siglo III a.C., y más tarde una debacle de dicho orden que conducirá al fin de una anquilosada y envilecida forma de gobierno, y el nacimiento de una nueva etapa dentro de la historia de Roma. Por ese motivo, en cuanto a la reforma agraria, me gustaría contextualizar en que consistió y sobre todo en sus consecuencias, y como afectaron a la República romana. Hay que matizar que dicha reforma se llevó a cabo en Roma, y su principal utilización fue para limitar el ager publicus y para determinar la distribución de la tierra recuperada entre los campesinos pobres. La ley agraria presentada por Tiberio, no tenía nada de revolucionaria. Ésta reclamaba el principio jurídico sobre el que se fundaba el ager publicus, denunciaba las usurpaciones, prescribía que todos los ocupantes sin título fueron expulsados de las tierras usurpadas pero, aún en este caso, si las habían ocupado de “buena fe”, se les concedía, al igual que a los demás, el derecho a disfrutar de una extensión de 500 yugadas (125 ha) a las que podían añadirse 250 yugadas suplementarias por cada hijo. Quien tuviera más de esa cantidad devolvería el excedente al Estado que premiaría la actitud y entregaría el “legado” a los desposeídos en parcelas de 7 y ½ ha., sometidos a un régimen que impedía su enajenación y gravaba a su propietario con el pago obligatorio de un canon. La reforma buscaba también concretar una serie de transformaciones:
Económico sociales; orientadas a recrear una clase media campesina, disminuir correlativamente el proletariado y evitar que el sector oligárquico continuará apropiándose de la tierra
Políticas; en la cual me gustaría enfatizar que Graco buscaba de la mejor manera, el poder adecuar las instituciones anuales y colegiadas, las cuales demostraron ser inviables para el gobierno romano.
Psicológicas; las cuales quizá, podían aspirar a recuperar los antiguos valores romanos propios de la sociedad campesina, como la austeridad y la laboriosidad.
Por otra parte, me gustaría puntualizar que las tierras recuperadas se debían distribuir entre los ciudadanos pobres. Los encargados del reparto serían una comisión de tres comisarios elegidos por el pueblo, los triunviri agris iudicandis adsignadis. Pero para hacer frente a los gastos, Tiberio Sempronio Graco propuso una ley por la que solicitaba que los tesoros del propio reino, se emplearan en financiar la reforma agraria, puesto que el rey había decidido que el pueblo romano fuese su heredero, por lo tanto, pienso que era lógico que el pueblo romano y no el Senado decidiera el empleo de estos bienes. Este ataque suscitó una durísima oposición. El Senado decidió, a partir de entonces, lanzar una campaña de desprestigio contra Tiberio. Los sectores Oligárquicos de Roma y de Italia se opusieron a la Reforma agraria por medio de otro Tribuno, llamado Octavio, al que Graco hizo destituir por contrariar el orden establecido. Pero para poder comprender mejor la reforma agraria y sus consecuencias en la crisis de la República tendríamos que ahondar en la situación económica, política y social de la Roma de su tiempo. Antiguamente el pueblo estaba constituido por campesinos rústicos y humildes de los cuales cambiaban sus herramientas de trabajo por las armas, transformándose en soldados de Roma cuando su nación los necesitaba o debía ser protegida. Estos mismos hombres fueron los que con su sangre y sudor ayudaron a incrementar las fronteras de la República y conformaban su principal defensa ante las invasiones enemigas. Las nuevas tierras, conquistadas con tanta rapidez, irónicamente llevaron a una crisis económica y social nunca antes vista en Roma.
El trigo que llegaba de los nuevos territorios como eran Cerdeña, África, España y Sicilia inundaba los mercados de Roma desplomando los precios. Precios con los que a pequeños y medianos agricultores se les hacia imposible competir, ya que era un producto de la mano de obra esclava de los latifundios. Siendo irrealizable proseguir con sus fincas se veían obligados a venderlas, a su vez, siendo estas absorbidas por los crecientes latifundios. No obstante estos latifundios estaban controlados por un pequeño número de personas, algo que llevaba a una centralización e incluso podríamos decir a una “feudalización” de las tierras. En su absoluta mayoría los terratenientes eran o bien los especuladores que en los tiempos de la guerra contra Anibal habían prestado dinero al Estado; o los mismos Senadores quienes invertían todo el botín de guerra en la agricultura, debido a que una ley promulgada en el 222 a.C. les impedía comerciar con este dinero. Por ello, fue la realización de todo lo anteriormente mencionado lo que, en parte, llevó a Tiberio a plantearse la problemática en la que se encontraba la sociedad romana de su época. Como podría la República protegerse a sí misma si los antiguos campesinos-soldados que la conformaban serían reemplazados por los esclavos que la acabarían odiando profundamente. Tiberio Graco encontraría rápidamente una respuesta a esto, respuesta que consistía en hacer renacer a la tradicional población agraria de la República, conformada por hombres de campo dueños de sus pequeñas parcelas de tierra. Pero claro esta, que lograrlo no sería tarea fácil ya que para esto debería hacer caducar los arrendamientos de territorios públicos, iniciar un control de la cantidad de territorio en poder de cada persona y repartir parcelas entre los más pobres sin propiedades. Algo que sin duda alguna generaría una fuerte oposición por parte de los terratenientes más ricos. De esta manera Roma se acabó convirtiendo en una gran urbe con una numerosa plebe empobrecida.
Los plebeyos como ya he mencionado antes sobrevivían como asalariados en trabajos ocasionales (proletarii), gracias también a los lazos clientelares que mantenían con las familias más ricas y sobre todo por los repartos que hacia el Estado cuando se conquistaban nuevas regiones para que la situación social no se volviera más explosiva. Finalmente Tiberio fue asesinado junto a 300 seguidores por lo que la ley quedo sin efecto. Cayo Graco actuó diez años después de su hermano (122-123 a.C.) Cayo pretendía la regeneración social mediante una reforma agraria, como base para el renacimiento de la política romana. Con ello, creía firmemente que al “hacer nuevamente” a la clase media campesina esta se opondría a los desordenes de la Oligarquía, y de esta manera tendría menos proletarios en que apoyarse y volverían a ser autosuficientes económicamente, con lo cual volverían a ser la “moral y la pieza fundamental de la República” De esta manera, pienso que el fracaso de la propuesta de la reforma agraria que limitaba la extensión de los latifundios hecha por los hermanos Graco a mediados del siglo II a.C desembocó en una guerra civil entre el partido dirigido por Sila y el aristocrático de Mario. Seguido a todo ello de una inestabilidad social que se intensificó con el levantamiento de los pueblos itálicos exigiendo el derecho completo de ciudadanía (91-89 a.C) y con la revuelta de esclavos de Espartaco (73-71 a.C.)
Alfoldy G; “Historia Social de Roma” Editorial Alianza, Madrid, 1987
Aymard; “Roma y su Imperio”. En Historia General de las Civilizaciones. Tomo II. Editorial Destino, Barcelona, 1967
Barrow, R; “Los romanos”, FCE. México, 1980
Grimal, P; “El Helenismo y el auge de Roma” Tomo II. En Historia Universal Siglo XXI. Editorial Siglo XXI, Madrid 1982
Grimal P; “La formación del Imperio romano” Tomo III. En Historia Universal del Siglo XXI. Editorial Siglo XXI, Madrid, 1975
Homo, L; “ Las instituciones políticas de Roma” UTEHA, México, 1958
Arrayes, I; “Morfología histórica del territorio”, Editorial Universitat de Barcelona
Ariño, E; “La inscripción catastral en época romana” Editorial Pyrenae, Paris, 2002