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El antiguo canal de Cabarrús tomaba el agua directamente del río Lozoya a la altura del actual Pontón de la Oliva, y desde la construcción de la presa a mediados del siglo XIX, con la entrada en funcionamiento del Canal de Isabel II, mediante una tubería que desciende desde el sifón de las Cuevas.
Tomamos el camino de la derecha que bordea el canal de Cabarrús a la derecha. En un principio continuamos de forma paralela a la carretera que viene de Patones, pero poco a poco va girando hacia suroeste, alejándose de esta vía. El canal transcurre en este tramo casi perpendicular al río Jarama, que toma en el desvío donde hemos aparcado, una orientación (por el momento), decididamente meridional, hasta encontrarse con la sierra donde se asienta la villa de Uceda, que bordea tomando sentido oeste.
Si continuamos el camino paralelo al canal de Cabarrús, podemos comprobar que hay tramos de la acequia con restos de enlosado y de estructuras que permitían la apertura del canal y la entrada de agua en los campos colindantes. Estas estructuras de apertura no tienen por qué ser originarias de la época en que se construyó el canal, ya que ha debido sufrir algunas restauraciones , puesto que estuvo en servicio hasta 1880, cuando ya el Canal de Isabel II gestionaba su utilización para el regadío de las abundantes tierras de cultivo anejas a Patones de Arriba y Torremocha del Jarama. En varios tramos, la maleza invade los márgenes del viejo canal. A unos dos Km desde donde hemos empezado nuestra andadura, entramos en los arrabales de Patones, cruzamos un acueducto y llegamos hasta la casa del Guarda de la Cerrada, vieja dependencia del canal de Cabarrús, y actualmente reutilizada como albergue. En este punto, dejamos a mano derecha un pequeño parque infantil, y el tramo visible de la acequia en sí finaliza, al igual que la hilera de chopos a ambos lados del canal que veníamos siguiendo desde el inicio. El cauce desaparece, pero su teórica prolongación la podemos seguir por un camino vecinal asfaltado que se dirige hacia Torremocha del Jarama y que acaba en la carretera que une esta población con Uceda.
En este punto nos encontramos con nuevos vestigios de la obra hidráulica: un puente en muy buen estado de conservación y las ruinas de la casa del Puente de la Fábrica, que por la noche se pueden iluminar ya que tiene la infraestructura lumínica adecuada para ello. En los muros que resisten el paso del tiempo de esta casa del guarda, unas placas colocadas en 1995 por el Ayuntamiento de Torremocha, conmemoran la vida del canal de Cabarrús: 1797-1880, año en que las instalaciones fueron adquiridas a golpe de talonario por el Canal de Isabel II.
Cruzamos la carretera Torremocha-Uceda y continuamos de frente, por la vía pecuaria, que no abandonaremos hasta avistar la Casa de los Oficios, nuestro destino final. La pista de tierra nos deja en los restos del Puente de la Cañada y su correspondiente casa del guarda, a la salida de Torremocha. Desde el inicio de nuestro camino, habremos recorrido unos 4 km, siguiendo el cauce del canal, bien visible, bien el teórico que existió durante el siglo XIX. Los puentes que hemos encontrado, vestigios de la antigua acequia, de la que actualmente no hay ni rastro, siguen el sentido suroeste que tomó la vía desde que la iniciamos.
Continuamos por la pista asfaltada, y entre verdes cultivos, observamos en nuestra ruta hacia la restaurada Casa de los Oficios, una nueva caseta de guarda. Un poco más delante de este punto, siempre sin abandonar la pista asfaltada y bien señalizada, observamos de nuevo vagos vestigios de lo que constituyó el canal de Cabarrús, muy deteriorados, nada que ver con el firme trazado que observamos al comienzo del periplo. Continuamos siempre la pista en dirección suroeste, y a la izquierda, sobre un cerrete, nos encontramos con una edificación actualmente en funcionamiento, la casilla de Valdeperote, que responde a las necesidades de infraestructura del omnipresente Canal de Isabel II en la zona. En seguida encontramos restos de otro puente y su casa de guarda correspondiente, conocidos como La Orteguilla. Nuevas placas en las paredes que se mantienen en pie nos advierten de que en 1995 se ejecutó el Programa de Restauración del Canal de Cabarrús, a instancias del ayuntamiento de Torremocha.
Todos estos puentes que hemos visitado están construidos con muros de mampostería de piedra trabajada con mortero.
Dejamos la casa de Valdeperote a la derecha y a 0,5 km, encontramos la entrada a la finca privada de la Casa de los Oficios, antiguo edificio enorme, grande y de planta cuadrada, de factura neoclásica, y que formó parte también de las infraestructuras del Canal de Cabarrús. Enormes perros guardianes merodean en el interior de la finca, desanimando al intruso que tenga el valor de aproximarse. Este edificio fue construido por el Conde Cabarrús, a quien se debe la iniciativa de la construcción de todo el entramado que hemos visitado, a fin de mejorar la eficiencia del regadío en estas tierras. Era su residencia temporal para administrar las fincas de su propiedad existentes en la zona. Para llegar a la Casa de los Oficios, hemos recorrido la vía pecuaria denominada Colada de Araguz, que nos conduce de vuelta al casco urbano de Torremocha de Jarama.
En ese punto, se da por concluido la interesante ruta histórica del Canal de Cabarrús. Desconozco si el trazado del canal continuó en tiempos pasados a partir de la Casa de los Oficios. En total, se recorren aproximadamente 8 km desde el punto de partida y otros tantos de vuelta, en un paseo muy agradable entre grandes extensiones cultivadas.
Historia
El canal de Cabarrús fue una importante infraestructura hidráulica puesta en servicio para mejorar la eficacia de los regadíos en los municipios de Torrelaguna, Torremocha del Jarama, Uceda y Patones. Fue construido entre 1775 y 1799, y llegó a tener 12 kilómetros de longitud, tomando directamente el agua del río Lozoya.
El responsable de la iniciativa fue Francisco Cabarrús, quien encargó el desarrollo del proyecto a los ingenieros Carlos y Manuel Lemaur, hijos de Carlos Lemaur, el ingeniero del fallido diseño de la Presa del Gasco, cuyos restos podemos contemplar todavía en el río Guadarrama, muy próximos a la urbanización del Molino de la Hoz, en el término municipal de Galapagar. Cabarrús, financiero de origen francés muy aficionado a proyectos faraónicos, sobre todo de carácter fluvial, dirigió el Banco de San Carlos (primer banco nacional español y precursor del Banco de España), y fue uno de los prestamistas de la Corona española, que por ello le tuvo en gran estima.
La idea de trazar una acequia en el secarral existente al sur de la sierra de Patones, partió del propio Cabarrús, con la intención de construir un canal artificial para mejorar los regadíos en los municipios anteriormente citados, aprovechando las aguas de los ríos Lozoya y Jarama, sobre todo del primero. El Conde Cabarrús, pues este cargo tenía en la corte de Carlos IV, se gastó unos 8 millones de reales en 25 años de duración del proyecto, pero en esos años tuvo la satisfacción de comprobar, como al calor de las infraestructuras edificadas, la comarca se cubría de campos de regadío, profusamente cultivados, donde antes sólo había secarrales. De la obra de ingeniería no sólo se benefició el conde, propietario de vastas extensiones de tierra en la región, sino también los agricultores de la zona. Incluso se creó un Reglamento de Regantes para los vecinos de Uceda, Torrelaguna, Patones y Torremocha, aprobado en 1790 por el rey Carlos IV. Como infraestructuras auxiliares a la propia acequia por donde circulaba el agua capturada en el punto en que actualmente se alza el impresionante Pontón de la Oliva (primera construcción que vio el nuevo proyecto diseñado por el Canal de Isabel II), se hicieron 12 puentes de piedra, cinco acueductos, y diez casas de guarda para los vigilantes del canal.
Cabarrús y los “Lemures” (los dos hermanos ingenieros) acordaron un pacto entre caballeros en 1796, por el que Carlos y Manuel ponían toda la carne y la fuerza de trabajo sobre el asador, y el acaudalado Cabarrús aportaba el dinero necesario para finalizar su canal, pues suyo era, no cabe duda. Era noble y rico, había ideado el proyecto, y tenía las tierras donde desarrollarlo. Tan sólo necesitaba la ayuda de un(os) experto(s) para ponerlo en práctica. Y ahí fue donde entraron en liza los hermanos Lamour. Pero como nada se hace gratis, se acordó que al finalizar la obra, las cuotas recaudadas a los regantes por el cobro del derecho de uso de la instalación, revertiría al propio financiero hasta completar el capital inicial y en ese momento y sólo en ése, los beneficios se repartirían a medias.
Cabarrús además mandó construir la Casa de Oficios en Torremocha (más acertadamente entre Torremocha y Torrelaguna, situada al final del camino de las Lomillas bajas, que desde el norte, procede de Torrelaguna), poniendo una vez más en práctica sus generosas (para la época y el lugar, sin duda) ideas ilustradas, pues sirvió para fomentar en la zona la educación como vía de impulso al desarrollo económico.
En 1797, cuando todavía no habían finalizado las obras de “su canal” (lo harían en 1799), Cabarrús partió a Holanda, enviado como embajador por Carlos IV. Durante el reinado del Rey Intruso (entre otros apodos no menos agradables), José I Bonaparte, fue ministro de Hacienda, formando parte de la corte de afrancesados españoles en los que se apoyó a su pesar el nuevo monarca. Falleció en 1810 en Sevilla, durante el ejercicio de su ministerio, por lo que no pudo ver como su obra poco a poco iba cayendo en desuso.
El canal dejó de regar la vega en 1822, año en que los agricultores abandonaron los cultivos de regadío, por resultarles evidentemente caros, e introdujeron otros más apropiados para una zona de secano como ésta de la meseta castellana. El canal, que había sido diseñado y construido para dar servicio a cultivos de regadío, fue languideciendo, hasta su compra por el pujante Canal de Isabel II.
La llegada de las abundantes aguas del Lozoya vía canal de Cabarrús, incrementó sin duda la utilización de dos molinos existentes en los alrededores: el molino del Duque de Uceda, hoy desaparecido y el antiguo molino medieval, denominado “de la Madre de Dios”. Este último, fue restaurado en infinidad de ocasiones, y recogía agua mediante un caz conectado con el canal de Cabarrús. A finales del siglo XIX fue transformado en una fábrica de harinas, y en la actualidad, es un bonito complejo hostelero.