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El puente de la Alcanzorla se encuentra fuera del casco urbano de Galapagar. Hay que ir al final de la calle Encina, en la urbanización Jarales a las afueras de la población, a la altura del número 20, que es el final de la calle, abrir una verja y bajar hacia el río.
Descripción
Durante la dominación musulmana, existió en las tierras de Madrid un camino militar que permitía la rápida comunicación de todo un sistema de almenaras, torres de señales luminosas (quien haya visto “El Retorno del rey” de la trilogía del Señor de los Anillos, puede comprobar el funcionamiento de este sistema) que vigilaban la Marca Media, la frontera de Al-Andalus con los reinos cristianos del norte de la Península, durante el período califal, que va desde el siglo IX al XI, zona fronteriza de vital importancia para la defensa de Toledo. A través de este camino se ligaban torres-vigía y ciudadelas, diseminadas longitudinalmente entre Talamanca de Jarama y el Valle del Tiétar.
En la Comunidad de Madrid todavía quedan vestigios de los puentes sobre los que pasaba esta vía: el de Talamanca sobre el río Jarama (reutilizando el viejo puente romano), el de Pasadero (Navalagamella) sobre el río Perales, el de Grajal sobre el Manzanares (en Colmenar Viejo), el del San Juan (Pelayos de la Presa), sobre el Alberche y el de Alcanzorla o Alcanzorra sobre el río Guadarrama.
Aunque hasta hace bien poco, el puente de Alcanzorla se creía romano, la propia etimología ya se encarga de deshacer el entuerto, puesto que todo apunta a un origen árabe. El término podría estar relacionado con la palabra alcandora, que según el Tesoro de Covarrubias (primer diccionario monolingüe del castellano, obra del erudito Sebastián de Covarrubias y publicado en 1611), tendría como acepción principal: “luminaria, linterna, hoguera y fuego para dar señal”. Es decir, quiere decir lo mismo que almenara, lo que relacionaría el puente con el sistema defensivo de la zona basado en atalayas o torres de vigía, y en concreto a la cercana de Torrelodones. La Torrecilla, ubicada en el término de Hoyo de Manzanares, es la otra atalaya próxima al puente de Alcanzorla.
El puente de Alcanzorla es del tipo conocido como “lomo de asno”, similar al puente del Grajal, sito en Colmenar Viejo. No hay más que verlo para comprender el porqué del calificativo. Los puentes romanos suelen ser, por norma general, de calzada plana. El estado de conservación de nuestro puente es bastante precario, aunque los restos están bien consolidados en las tareas de restauración llevadas a cabo. De la construcción original no queda más que la “rosca del arco”, construido con dovelas de sillería de granito, el material pétreo más frecuente en la zona. La dovela es cada uno de los elementos constructivos de un arco, en este caso en piedra, pero también puede ser de ladrillo. El arco se apoya sobre un zócalo o zarpa realizado con mampostería de cal. El arco serviría para encauzar las aguas del Guadarrama. La técnica es la empleada asiduamente por los musulmanes en el levantamiento de puentes. El origen romano, se descarta, como hemos dicho por el tipo y por la anchura de su tablero, demasiado estrecha para ser considerado romano, puesto que tiene 2,8 m de tablero, medida compatible con los puentes andalusíes, exactamente de 5 codos rassassíes (también llamado codo de ribera o codo medio morisco, medida de 55,77 cm), justo la medida oficial del Califato de Córdoba.